martes, 11 de septiembre de 2012

Recuerdos amargos, recuerdos salados.

Hay que ver los efectos que puede tener la cerveza, efectos que en el momento no lo piensas, pero que luego pasan factura.Todo empieza antes, con una bonita canción, que hace el momento perfecto, la noche perfecta. Esa noche queda en el recuerdo. Transcurren varios días, y un curioso encuentro expulsa diversas emociones: tensión, nervios, alegría, vergüenza quizás.. Pero se queda en eso, un encuentro. Pasan horas, unas cuantas. Y todo es raro, no es igual que siempre, pero tampoco es malo, es una situación que ha madurado. Tiene ocasión otro encuentro más. Esta vez, más rutinario, más relajado. Pero viene afectado, por olores, perfumes, que son reconocidos, y vuelve la tensión probablemente más fuerte que la ocasión anterior, pero se mantiene el buen clima. Cae la noche, otro encuentro, con tensión pero a la vez relajado, de fondo el sonido de las olas y gente, mucha gente. Gente desconocida que sabe de lejos, lo que ese paseo significa. Después todo se vuelve más oscuro, pero también más íntimo, y acaba convirtiéndose en otro recuerdo más. Pasan días y días, con distancia por imposición o tal vez vergüenza o quizás porque da palo.. Pero llega un día señalado, en que todo acaba, por los efectos del alcohol. Cuando parece que hay seguridad mutua, el rumbo cambia, y hay otras personas, otros roces. Existe una situación de rabia, de hundimiento, de orgullo, que acaba de fastidiarlo todo, y el cuento termina y no con final feliz, más bien con un discurso de excusas y mentiras que protegen al ser del dolor y empieza a crearse una coraza, que protege del frío en invierno y de suicidarse en verano. A partir de ese día, sólo existe rabia, odio, prepotencia, pero hay que fingir indiferencia y que todo lo pasado no importa e intentar tirar hacia delante. Se producen acciones de la persona traicionada, que reflejan como en realidad se siente, pero son sentimientos que nunca admitirá. Y pasa un período largo de tiempo, y parece que las heridas han empezado a cicatrizar, pero aún queda algo. Vuelven miradas que desprenden sentimientos de culpa y de perdón. Pero todo sigue igual, queda una última mirada que promete "todo volverá a ser como antes, algún día". Quien dice algún día quiere decir nunca, por tanto mejor cambiarlo por un seguro, un seguro que cuando vuelvan a cruzarse las miradas, esos sentimientos resurjan y sean mostrados para continuar lo que un día se dejó a medias. Esa última mirada, tiene una respuesta, que quizás no fue captada: no te olvides de mí, que yo no me olvidaré de ti.